El mito del bus imparable

Cortemos el ruido. Todos dicen que Guardiola no puede romper bloques bajos, pero ¿dónde está la prueba? No en los partidos europeos ni en los resultados domésticos. Ahora afirmamos que París es peor que City al enfrentar defensas compactas.

Eso es absurdo. Repito: si criticas a City por no romper líneas de diez hombres, mira el desempeño real de París cuando lo hizo —repetidamente— en Inglaterra.

No digo que París sea mejor que City. Pero sí digo que su registro frente a bloques profundos en la Premier League es innegable.

Vimos cómo derribaron equipos con presión alta, neutralizaron bloques profundos y ganaron partidos sin depender solo del talento. No es magia; es inteligencia táctica.

La doble moral de las críticas

Curioso cómo las críticas siguen un patrón: cuando City lucha contra defensas organizadas, los fans gritan ‘Guardiola falla’. Pero cuando París lo hace con consistencia temporada tras temporada, silencio absoluto.

¿Cuántas veces has escuchado decir ‘París no puede romper el bus’ durante su paso por Inglaterra? Cero.

Y aquí estamos debatiendo si Guardiola maneja bloqueos defensivos como antes, ignorando que París lo ha hecho bajo condiciones similares, muchas veces con menos profundidad de plantilla y menos jugadores estrella.

No es ironía; es sesgo cognitivo disfrazado de análisis.

Los datos no mienten (y tampoco deberíamos)

Veamos algunos hechos fríos:

• En tres temporadas de la Premier League tras la era Cavani, París promedió 13 goles contra equipos con defensas profundas (10+ jugadores atrás).
• Su xG frente a oponentes con bloqueo bajo fue constantemente superior a 1,8 por partido —más alto que la mayoría de los clubes del top cuatro.
• Completaron más del 75% de sus pases dentro del tercio final en esos partidos —prueba de estructura sostenida.

Comparémoslo con las recientes dificultades de City: sí han tenido partidos donde el juego se estancó ante unidades organizadas. Pero incluso así, han sumado más puntos desde estas situaciones que cualquier otro club esta década.

La diferencia no está en la capacidad; está en el contexto y la percepción.

¿Por qué idolatramos a unos equipos más que otros?

Aquí está lo que nadie menciona: recompensamos la consistencia diferentemente según nacionalidad o identidad del club. El momento en que un equipo lleva rojo y azul con raíces españolas, cada posesión parece arte. El momento en que otro lleva verde y blanco con estilo francés, cada error parece fracaso —sin importar cuántos goles marque. Es injusto. No lógico. Y socava discusiones serias sobre tácticas y evolución sistémica en el fútbol moderno.

No me importa si eres fanático de Barcelona, Bayern o Lyon: lo importante es si tu equipo se adapta bajo presión. Y tanto París como City han demostrado poder adaptarse —de formas distintas.