El mito de la ‘rivalidad sincera’

No hay alma gemela entre Liverpool y Manchester City. No son enemigos amigables, sino rivales declarados con una década de conflicto marcada por traumas, revanchas y ironías brutales. Esa supuesta ‘mutua admiración’? Una historia de Hollywood. He visto los archivos: cada tarjeta roja, cada celebración que se convirtió en una sonrisa sardónica, cada jugador que casi dijo algo en cámara pero no lo hizo.

No se trata de dos clubes conviviendo pacíficamente en la misma ciudad (ni siquiera están en la misma). Es una batalla entre dos dinastías por el legado, la identidad y quién escribirá la historia.

Cuando la amistad fue solo actuación

¿Recuerdas cuando los aficionados empezaron a decir “nos respetamos” tras el primer título de City bajo Guardiola? Mi reacción fue… rodar los ojos tanto que vi estrellas.

Entonces? El odio era real. Los fans lanzaban botellas hacia los túneles de Anfield durante las semanas del derbi. Los comentaristas llamaban a Klopp “un viejo frustrado”. Y no olvidemos esos primeros días cuando los aficionados de City gritaban “Nunca ganarás nada!” mientras llevaban camisetas con “Somos mejores que vosotros”.

Ahora repentinamente… fingimos que todo es amor?

No.

La sangre de la rivalidad aún está fresca

Piensa: el tropiezo de Gerrard en Anfield no fue solo mala suerte — fue simbólico del colapso de toda una era bajo presión de una fuerza emergente. Luego llegó 2019: City ganó por un punto mientras Liverpool perdía su último partido contra Spurs con un final devastador.

Ese punto único no fue solo matemáticas — fue cálculo emocional. Un puñal envuelto en números.

Y ni hablar del trato que ha recibido Haaland desde su llegada al fútbol inglés como un villano cyberpunk con 36 goles en su primera temporada — sí, otra terrorífica estadística entregada sin remordimiento.

Esto no es armonía. Es escalada.

¿Por qué fingimos paz ahora?

Porque el fútbol moderno necesita narrativas limpias para patrocinadores y algoritmos de streaming. Así que nos obligan a sonreír tras partidos donde los jugadores apenas se miran en pantalla. La prensa lo llama “respeto”. Yo lo llamo modo supervivencia.

Pero aquí está la verdad que ningún analista se atreve a decir: Cuanto más neutra es esta interacción, más profundo corre el resentimiento bajo la superficie. Es como ver a dos artes marciales asentir antes de volver al combate — porque saben que la próxima vez ya no guardarán las formas.